Tras unas elecciones de medio término que marcarán un antes y un después, el pueblo ha hablado.
Por Daniel Baldomir
Una voz firme, nacida del cansancio de los que ven cómo se nos quitan derechos, se nos roba la dignidad y se nos pretende convencer de que resignarse es la única salida.
Pero no. El pueblo argentino no se resigna. El campo nacional y popular vuelve a ponerse de pie.
La hora de la verdadera oposición
No alcanza con ocupar bancas: hay que ocupar el lugar que la historia nos exige.
Hoy tenemos la responsabilidad de ser una oposición con sentido nacional, que no negocie la soberanía ni el bienestar del pueblo.
Una oposición que no se arrodille ante el poder económico, sino que sea la voz de los trabajadores, de los jubilados, de los pequeños productores y de todos los que todavía creen en un país más justo.
Recuperar lo que nos pertenece
Es momento de poner en el centro de la agenda la recuperación de derechos y la dignidad laboral.
Que los salarios vuelvan a alcanzar, que el trabajo vuelva a ser sinónimo de progreso, que las leyes laborales protejan y no castiguen.
No hay crecimiento posible si el pueblo no puede vivir con dignidad.
La hidrovía y los puertos: soberanía o dependencia
No podemos seguir mirando hacia otro lado mientras por nuestros ríos se escapan las riquezas que genera el trabajo argentino.
La hidrovía debe volver a ser controlada por el Estado, con transparencia y firmeza.
El país necesita saber qué se exporta, cuánto y a qué precio.
Los puertos deben estar al servicio de la Nación, no de intereses privados ni extranjeros.
La hora de la verdadera oposición
Un pueblo sin educación es un pueblo sin futuro.
Debemos repensar el sistema educativo para formar ciudadanos críticos, comprometidos, solidarios, conscientes de su historia y su poder colectivo.
Y debemos recuperar la Ley de Medios, arrebatada por decreto, para que la comunicación vuelva a ser un derecho del pueblo y no un negocio de unos pocos.
Porque sin libertad informativa no hay democracia plena.
El ambiente como territorio de soberanía
Cuidar el medioambiente es cuidar la Patria.
Los ríos, los bosques, el suelo, el aire y el agua no son recursos: son vida, son futuro, son herencia para las próximas generaciones.
La soberanía ambiental debe ser una política de Estado, no un discurso vacío.
La conciencia social como bandera
Nada de esto será posible sin conciencia social.
Debemos reconstruir el lazo solidario, volver a mirarnos como pueblo, entender que nadie se salva solo.
Que la justicia social no es un sueño ni una consigna: es la base de una Nación soberana y feliz.
Hoy empieza una nueva etapa.
Tenemos que construir una victoria cultural, moral y política.
Porque la verdadera Patria no se mide en encuestas, sino en dignidad.
Y esa dignidad está en cada trabajador, en cada estudiante, en cada madre, en cada jubilado que todavía cree en un país más justo, más humano y más nuestro.


