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Crece la discusión para reducir la jornada laboral

El objetivo es que se trabaje menos sin perder salario. La perspectiva de género es necesaria porque las mujeres siguen siendo quienes destinan más horas a las tareas del hogar.

En Argentina el límite de jornada laboral de ocho horas diarias y cuarenta y ocho semanales está próximo a cumplir un siglo de vigencia. Es por eso que, dada la antigüedad del régimen, hay cinco proyectos de ley que plantean reducirlo, ya con estado parlamentario. Cuatro llevan la firma de diputados de extracción sindical: Sergio Palazzo, Vanesa Siley, Hugo Yasky y Claudia Ormaechea.

Todos proponen reducir la jornada laboral legal cuyo máximo está en las 8 horas diarias o 48 horas semanales. En el proyecto representado por Ormaechea, la secretaria de Género en La Bancaria y diputada nacional, aparece el sello de las mujeres sindicalistas de la Corriente Federal de Trabajadores (CFT) poniendo el foco en el impacto de la medida en las mujeres.

Así, entiende la CFT que la reducción de la jornada podría abundar en mayores beneficios, especialmente para las mujeres trabajadoras que cargan con doble jornada full time tanto en sus trabajos como en sus hogares, cumpliendo tareas domésticas o de cuidados.

Los resultados definitivos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, publicada por el Indec en octubre, dan cuenta de cómo el trabajo no remunerado se asigna en mayor proporción a las mujeres y, consecuentemente, reducen su participación en el mercado de trabajo. Según el informe, la participación de las mujeres en tareas del hogar asciende al 90%, en tanto para los hombres ese porcentaje es del 69%. Lo mismo sucede con las obligaciones de cuidado, donde la diferencia es 31% a 20 por ciento.

Además, un dato insoslayable es el porcentaje de participación de los varones en el trabajo fuera del hogar. En hogares con demandantes de cuidado se ubica en el 56,2% y en los hogares sin demandantes de cuidado, el porcentaje se mantiene prácticamente igual. O sea: al revés de lo que sucede con las mujeres, la inserción de los hombres dentro del mercado de trabajo es independiente de las tareas hogareñas. «Si permitimos que tanto varones como mujeres combinen equilibradamente el trabajo remunerado, las responsabilidades familiares y la formación permanente estaríamos promoviendo la igualdad de género e incidiendo en la reducción de las brechas salariales», afirma la CFT.

Debate con perspectiva

Tiempo consultó a referentes del sector privado y la academia para ampliar el debate. Para Natalia Facciolo, secretaria en Mujeres de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), «hay mucha más carga horaria destinada a las tareas de cuidado en las mujeres y, si bien hay cada vez más una corresponsabilidad con los padres, aún no es suficiente».

Es por eso que la reestructuración «debe ser pensada más que solo en la reducción de horas, sino en cómo organizamos las agendas, a qué hora se realizan los eventos, en qué días, o cuánto tiempo se destinan a las reuniones». Aunque está segura de que «todo cambio lleva su tiempo y tampoco se puede aplicar de la misma manera para todas las tareas», el trabajo articulado de manera tripartita (Estado, sindicato y empresas) «puede colaborar a que se logren espacios saludables de trabajo sin perjudicar la producción y, sin dudas, ser más productivos». Sobre el impacto en el desarrollo económico de las mujeres, insiste en que «serían las más beneficiadas» porque «son quienes paralizan su desarrollo profesional, optan por el part time o congelan su ascenso», a raíz de las desigualdades entre pares.

Por otro lado, para la economista integrante de Paridad en la Macro y docente, Noelia Torres, la iniciativa «hoy no es prioridad» ya que los esfuerzos «deben ir hacia la reducción de la informalidad, que está en valores cercanos al 38%». Además, aún se le presentan como una incógnita los beneficios económicos que podría traer la medida, por eso «es importante que las decisiones sobre la jornada se realicen de manera articulada». De todos modos, reconoce que un proyecto del estilo debe contemplar, tal como dice Facciolo, un acuerdo tripartito, capacitaciones para producir más en menos tiempo y, sobre todo, que los cambios queden establecidos en el convenio colectivo.

Torres también plantea una realidad pospandemia, que puso de relieve que se pueden realizar las mismas tareas desde el hogar. «Mediante la negociación paritaria se tienen que reglamentar esquemas de trabajo mixto. Esto fundamentalmente favorecería a las personas de menores ingresos, ya que lo que no destinan al viaje al trabajo podrían destinarlo a otro tipo de consumo», analiza.

De todos modos, el debate no finaliza en las fronteras. En Reino Unido, se ha puesto a prueba la jornada laboral de cuatro días semanales, asegurando un día libre más por semana con goce de sueldo. Han adherido al programa piloto 70 empresas con más de 3300 trabajadores y trabajadoras. El 88% de los gerentes indicaron que la jornada de cuatro días está funcionando bien. Misma experiencia, aunque con diversos resultados, se replica en Japón, España, Suecia, Nueva Zelanda, Bélgica, EE UU, Chile y Finlandia. En Argentina, al menos cuatro empresas redujeron sus jornadas laborales a cuatro días semanales: Global ink Technology, en Córdoba; la multinacional japonesa Ricoh; la compañía de software Midas, en Mendoza; y la filial de Unilever, que implementó una semana laboral de cuatro días una vez al mes.

A nivel sectorial, en Anses la reducción horaria se vivió en tiempos de pandemia en los lugares de atención al público, reduciendo la jornada de 8 horas a 6 horas y media. Dentro del poder judicial, a partir de diciembre de 2012, el Sindicato de Trabajadores Judiciales logró que el tiempo de trabajo para todos los trabajadores de la Ciudad se unifique en siete horas diarias.

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