El femicidio empieza mucho antes del crimen

Denunciar no siempre salva: cuando el Estado llega tarde, la violencia ya ganó

Por : Daniel Baldomir

Los datos siguen siendo escalofriantes. En la Argentina, las muertes de mujeres a manos de sus parejas o ex parejas se repiten con una frecuencia que debería avergonzar a toda la estructura estatal. Sin embargo, la pregunta de fondo sigue siendo esquivada: ¿cuándo comienza realmente un femicidio?

El femicidio no empieza el día del asesinato. Comienza mucho antes. Empieza con el control, la amenaza, la violencia psicológica, el primer golpe relativizado. Empieza cuando una mujer decide denunciar y el sistema que debería protegerla no está a la altura del riesgo que enfrenta.

La mayoría de las víctimas había pedido ayuda. Pasaron por comisarías, juzgados, fiscalías, direcciones de la mujer. Dejaron constancia del peligro. Alertaron. Insistieron. Aun así, terminaron muertas. No porque no hablaron, sino porque nadie escuchó con la urgencia necesaria.

En muchos casos, denunciar significa quedar más expuesta. El agresor se entera, las medidas de protección no se controlan, las perimetrales se dictan pero no se supervisan, los botones antipánico no se monitorean, y las causas se diluyen en un laberinto burocrático. La violencia es tratada como un conflicto menor, doméstico, privado. Un error fatal.

Aquí no hay fallas aisladas. Hay un problema estructural: fiscales sin formación adecuada, fuerzas policiales sin perspectiva de género, áreas de cuidado saturadas y un Poder Judicial que reacciona tarde cuando la amenaza ya era evidente.

Cada femicidio es también el resultado de una cadena de omisiones del Estado. Decir que “nadie lo vio venir” es, muchas veces, una forma de encubrir responsabilidades.

Mientras las denuncias no se traduzcan en protección real, mientras el sistema siga actuando con desidia, el femicidio seguirá siendo una muerte anunciada.

Porque cuando el Estado llega tarde, la violencia ya ganó.

El femicidio: una muerte anunciada atravesada por múltiples factores

Hablar de femicidio implica ir más allá del hecho criminal. No se trata de un “arrebato” ni de un episodio inesperado. El femicidio es el punto final de una escalada de violencias sostenida en el tiempo y alimentada por múltiples factores que confluyen de manera letal.

Entre los principales elementos que intervienen se destacan:

 Violencia previa normalizada
La mayoría de los femicidios están precedidos por violencia psicológica, económica, simbólica y física. Insultos, amenazas, control, aislamiento y golpes que muchas veces son minimizados por el entorno y por el propio sistema judicial.

 Desigualdad estructural de género
La persistencia de relaciones de poder desiguales, el machismo cultural y la idea de posesión sobre el cuerpo y la vida de las mujeres siguen siendo un caldo de cultivo para la violencia extrema.

 Dependencia económica y emocional
Muchas víctimas permanecen en vínculos violentos por falta de recursos, miedo a perder a sus hijos, ausencia de redes de contención o dependencia afectiva construida a partir del sometimiento.

 Denuncias sin protección real
Lejos de ser una garantía de seguridad, la denuncia muchas veces expone aún más a la víctima. Perimetrales que no se controlan, botones antipánico sin seguimiento, causas judiciales fragmentadas y lentas.

 Falta de capacitación de los operadores del Estado
Fiscales, jueces, policías y personal de áreas de género sin formación adecuada subestiman el riesgo, no evalúan correctamente los indicadores de peligro y actúan cuando ya es demasiado tarde.

 Ausencia de políticas integrales y sostenidas
Sin presupuesto suficiente, sin equipos interdisciplinarios y sin seguimiento continuo, las políticas de prevención quedan en discursos vacíos.

El femicidio no ocurre de un día para otro. Es el resultado de una cadena de violencias y omisiones. Y cuando el Estado no logra interrumpir ese proceso, se convierte también en responsable.

Mientras estos factores sigan coexistiendo sin una respuesta efectiva, cada nueva muerte seguirá siendo una tragedia anunciada.

El Estado no puede seguir llegando tarde

Cada femicidio es también una cadena de omisiones estatales. No alcanza con el después: minutos de silencio, comunicados oficiales o estadísticas frías. La violencia se combate antes, cuando la mujer denuncia, cuando pide ayuda, cuando alerta que su vida corre peligro.

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