El dato oficial de marzo se conocerá el próximo viernes. La escalada de los precios se acentuó inmediatamente después de la suba del 118% en el valor del dólar, en diciembre pasado. El gobierno está cómodo con la carestía porque reduce el peso de las deudas del Banco Central y de los gastos consignados en el Presupuesto.
La inflación acumulada desde el comienzo de la gestión de Javier Milei ya roza los tres dígitos. El Indec dará a conocer este viernes su índice de precios al consumidor correspondiente al mes de marzo, que estimaciones privadas suponen cercano al 12%, aunque en el Ministerio de Economía se esperanzan con que sea menor.
Si ese número se agregase al acumulado del período diciembre-febrero, el total rondaría el 92%. Los aumentos de tarifas y otros servicios producidos a partir del 1 de abril (y que se ponderarán en el índice que se elaborará a comienzos de mayo) indican que la barrera del 100% en cuatro meses ya se ha superado.
Sería ridículo enrostrarle a Milei toda la responsabilidad de este fenómeno en un país como Argentina, que ha vivido dos hiperinflaciones y pronunciados vaivenes en los últimos 35 años. Pero también sería necio obviar la influencia que tuvo la suba del 118% en el valor del dólar con que Luis Caputo inició su gestión como ministro de Economía. Al día de hoy, la casi totalidad de esa alza de dólar se trasladó a los precios internos.
Aún antes de consumarse el ajuste en el tipo de cambio, ese efecto (pass-through) era conocido y previsto por todos. Había un antecedente muy fresco; en agosto del año pasado, el entonces ministro Sergio Massa devaluó un 22% y eso duplicó el ritmo de la inflación, con lo que el efecto real en el valor del dólar se perdió en apenas dos meses.
Efectos en la economía real
La devaluación de diciembre disparó una reconfiguración de precios relativos. Los alimentos y los insumos industriales difundidos (desde energía hasta chapa y acero pasando por vidrio y productos químicos) se dispararon, mientras que los salarios quedaron pisados tanto por la dinámica de las paritarias, que requieren un proceso de negociación que demanda semanas (y hasta meses, como en el caso de los trabajadores de prensa), como por la firme decisión oficial de no convalidar incrementos más allá de cierto tope (ver aparte). De esa manera, la caída salarial en los dos primeros meses de 2024 fue estimada por la CTA Autónoma en 20,7%, al nivel de la crisis de 2001/2002.
La salida de todo este cuadro fue que, ante la caída del poder adquisitivo de los consumidores, la actividad económica se derrumbó. Las ventas minoristas bajaron 25,5% interanual, según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME). La venta de insumos para la construcción declinó un 26,6% en febrero, según las firmas del sector nucleadas en el Grupo Construya. En el rubro de alimentos, el consumo de carne cayó a su mínimo histórico de 44 kilos anuales por habitante, mientras que el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina (OCLA) reportó una baja en el volumen de ventas de 17,3% interanual, con un máximo de 48,6% en el rubro postres y flanes. Como en las guerras, el consumo de alimentos básicos pasó a ser un lujo para la población.
Esos elementos provocarían la renuncia de cualquier ministro de Economía. Sin embargo, en el gobierno se manifiestan cómodos con la presencia de Caputo, cuyo poder en el gabinete se vio reforzado con la designación de en el Banco Central de su socio en la actividad privada, Santiago Bausili, y con la absorción de varias dependencias que formaban parte del disuelto Ministerio de Infraestructura.