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Maracaná y Wembley, un dos por uno

El seleccionado argentino está bajo un aura ganador que lo transportó de un templo americano como el estadio Maracaná a una catedral como la de Wembley para que lo «consagraran» campeón en ambas en menos de un año, como si fuera una experiencia religiosa que solo el fútbol puede generar a partir de la pasión y la fe.

La pasión de los hinchas y la fe de los futbolistas que siguen al «Dios Messi», su capitán, a donde quiera que los lleve, y que en los últimos 12 meses los transportó hacia la gloriosa obtención de dos títulos como la Copa América y la de Campeones después de 28 años, comulgaron para que por ejemplo hoy 50.000 argentinos coparan Wembley para seguir escribiendo la «nueva historia» de su selección.

La «confirmación» se dio en el Maracaná el 10 de julio de 2021 con el 1-0 sobre Brasil en la final de la Copa América con un gol de excelsa definición de Ángel Di María, y ahora, este 1 de junio de 2022 el «Fideo» rosarino repitió con su zurda digna de un taco de billar para marcar en otra consagración albiceleste.

Esta vez marcó el segundo tanto de un 3 a 0 tras una asistencia de Lautaro Martínez, el «Toro» que había marcado el primero. Después, a quien seguramente reemplazará en los próximos días en la Juventus justamente italiana, Paulo Dybala, lo vio cerrar la cuenta con otra precisa definición. El cordobés había entrado ya en tiempo de descuento.

Esta es una prueba más de que este equipo, o mejor dicho este grupo, está «bendecido» y en ello tiene que ver, como todos sus integrantes lo resaltan, la «comunión» que existe entre ellos.

Y más allá de Messi, es precisamente Di María el ejemplo de esta «redención» yendo desde lo personal a lo grupal, de ida y de vuelta, para espantar las críticas malignas que iban en aumento conforme el destino iba sumando frustraciones pero no malas actuaciones, lo que hacían más injusto ese «calvario» que lo tenía entre los principales apuntados por algunas inoportunas lesiones en momentos definitorios.

Una final de Mundial perdida en Brasil con Alemania en 2014, y un par más de Copa América en Chile y Estados Unidos en los dos años sucesivos, 2015 y 2016, la primera en tiempo suplementario y las otras dos por penales, representaban ese aura negativo que acompañaba a la selección en esa primera década del Siglo XXI.

Pero apenas se produjo el cambio de década todo cambió absolutamente, lo malo se transformó en bueno, la tristeza en felicidad y las frustraciones en logros.

El aura, por definición, es «alguna impresión o sensación que varía y puede cambiar la percepción de los seres vivos que se encuentren a su alrededor». Y esa descripción encaja perfectamente hoy, casi como si hubiera sido puesta en tiempo y espacio para interpretar este momento del seleccionado argentino.

Creer o reventar. «La vida es sueño, y los sueños, sueños son», reflexionó Pedro Calderón de la Barca sobre el sentido de la vida estando en cautiverio.

Argentina hoy se liberó de esa prisión en la que estaba detenido en el tiempo por su falta de éxitos absolutos y está concretando sueños mientras espera por el más grande de todos, el del Mundial de Qatar, para el que ya «pidió» que se haga realidad en dos santuarios del fútbol como Maracaná y Wembley.

Y las señales que percibió no pueden ser más alentadoras, aunque Lionel Scaloni y sus dirigidos son conscientes que no todo es nada más que una cuestión de fe. Y para eso trabajan mancomunados todo el tiempo que les es posible, mientras esperan y desean que este nuevo aura los siga acompañando, como mínimo hasta fin de año.

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