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Ya son 18 ballenas muertas en Península Valdés: en qué consiste la «marea roja»

Se encontraron tres ejemplares más, aunque se supone que no murieron este mismo fin de semana. Cuáles son las principales investigaciones en curso, y el rol de las ballenas como «centinelas de la salud del mar».

Con tres nuevos cadáveres hallados este fin de semana en el Golfo Nuevo, ya llegan a 18 las ballenas muertas en la costa de Península Valdés, en menos de tres semanas.

«Efectivamente este fin de semana se encontró primero una y luego dos en las zonas conocidas como Ameghino y Piagio, al este de El Doradillo, en cercanías de Puerto Madryn sobre el noreste del Chubut», aclaró el biólogo Mariano Coscarella, investigador del Centro Nacional Patagónico. Y agregó: “eso no significa que hayan muerto recientemente porque los cuerpos flotan en el golfo por la gran cantidad de grasa acumulada y solo se cuentan las que llegan a la costa, como ocurrió en este caso».

Por los niveles de toxina medidos en bivalvos y en muestras de agua, que disminuyeron ostensiblemente desde la semana pasada, se presupone que efectivamente no son recientes. El director de Flora y Fauna del Chubut, Fernando Bersano, informó a Télam que “las unidades de toxina para el Golfo Nuevo bajaron de 18.000 a 2.700 Unidades Ratón (UR). La ballena es una gran filtradora, come de esa manera, y al buscar los copépodos introduce también en el organismo microalgas con cargas de toxinas”.

El fenómeno ocurre al mismo tiempo que el turismo crece exponencialmente en la zona. En Madryn tuvieron ocupación plena el fin de semana largo. El jefe de la prefectura local, Ernesto Finelli, explicó que “a pedido de las autoridades locales comenzó el traslado de los cuerpos que permanecían en la zona próxima a la población, para evitar que la gente y los turistas se aproximen».

La ballena pesa en promedio más de 20.000 kilos. La maniobra se realiza atando un cabo a su cola, arrastrándola hacia el interior del golfo para luego remolcarla hasta una playa alejada de la vista de los curiosos.

Desde el Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral trabajan sobre la hipótesis de intoxicación por floraciones algales nocivas, conocida como mareas rojas, ya que en muestras de plancton y bivalvos del lugar se detectaron niveles muy elevados de biotoxinas. Así lo describió en su último informe el Instituto de Conservación de Ballenas (ICB).

Fitoplancton

La primera ballena adulta muerta de esta temporada fue encontrada el sábado 24 de septiembre en proximidades de Punta Pardelas. “Desde entonces hemos continuado el trabajo en el campo, colectando muestras de más ejemplares, y desde distintas fuentes hemos recibido nuevos reportes de ballenas adultas y juveniles muertas, todas en el Golfo Nuevo y en condiciones similares. Hasta el 7 de octubre hay confirmación de 15 casos en total. No descartamos que puedan sumarse otros casos en los próximos días”, informó Mariano Sironi, director científico del Instituto de Conservación de Ballenas (ICB) y co-director del PMSBFA.

Marcela Uhart, co-directora del PMSBFA y directora del Programa Latinoamericano, Karen C. Drayer Wildlife Health Center, Universidad de California, Davis, detalló: “hemos recolectado una serie de muestras de órganos, tejidos y fluidos de las ballenas que son primordiales para detectar la presencia de biotoxinas, que investigamos como posible causa de muerte de estas ballenas, a consecuencia de la intensa floración algal y elevados niveles de biotoxinas detectadas en plancton y bivalvos de la zona. Las muestras de las ballenas ya han sido pre-procesadas en instalaciones del CESIMAR, CCT CENPAT, CONICET, y serán analizadas por las doctoras Nora Montoya y Belén Mattera del Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP). Una vez analizadas comunicaremos los primeros resultados en cuanto estén disponibles, en un plazo estimado de un par de semanas.”

Al mismo tiempo, la oceanógrafa Viviana Sastre, del Laboratorio de Fitoplancton, Instituto de Investigación de Hidrobiología de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco (UNPSJB) examina las muestras de plancton para identificar las especies potenciales productoras de biotoxinas.

El fitoplancton está compuesto por microalgas que son los principales productores primarios del océano, al captar la energía solar a través de la fotosíntesis. La gran mayoría son inocuas, pero algunas generan biotoxinas naturales, así como existen algunas especies de hongos que son venenosos. En condiciones ambientales apropiadas, que incluyen temperatura adecuada, horas de luz en aumento (como sucede en primavera), y la presencia de nutrientes en el agua, las algas pueden reproducirse velozmente y cuando son tóxicas generan las llamadas “floraciones algales nocivas”, también conocidas como “mareas rojas”, ya que algunas pueden dar esta coloración al agua.

“Estas floraciones afectan a algunos organismos y a otros no. Por ejemplo, los bivalvos como mejillones y cholgas no se ven afectados y actúan como concentradores y vectores, facilitando que las toxinas pasen a otros organismos de niveles superiores de la cadena alimentaria, como los mamíferos y aves. En estos organismos las biotoxinas concentradas pueden provocar distintos daños en la salud, e incluso la muerte. Algunas toxinas tienen propiedades paralizantes y afectan el sistema respiratorio, pudiendo causar la muerte por asfixia. Otras afectan el sistema gastrointestinal y nervioso. En las personas, algunas toxinas que afectan el sistema nervioso pueden causar pérdida de la memoria y por ello se las llama ‘amnésicas’”, describe Uhart.

Las autoridades sanitarias y de Pesca monitorean regularmente los niveles de toxinas. Cuando detectan niveles altos, declaran la “veda por marea roja”, prohibiendo la recolección, comercialización y consumo de moluscos bivalvos para prevenir intoxicaciones. Sironi explica que las actividades humanas tienen un efecto directo en la ocurrencia de las floraciones algales nocivas costeras: “las algas se ven favorecidas por el aumento de la temperatura del mar por el calentamiento global, sumado al exceso de nutrientes (eutrofización) que llegan a los cuerpos de agua, entre otras vías, por el vertido de efluentes cloacales e industriales mal tratados, y por los fertilizantes que filtran desde los campos hacia los ríos y el mar, aportando nitrógeno, fósforo y otros elementos que las algas utilizan. Es un fenómeno que se está acentuando a nivel mundial”.

Centinelas

El mayor evento registrado hasta la fecha afectó a más de 300 ballenas sei en el sur de Chile en 2015. Y ahora en Nueva Zelanda reportan otros centenares de ballenas muertas.

Un trabajo reciente reportó que el registro de toxinas producidas por algas en la plataforma patagónica se incrementó abruptamente en los últimos 40 años, y fue 5 veces mayor en la última década (2006-2018, con 638 reportes) que en la del 80 (1980-1992, con 124 reportes). En la última década también aumentó la diversidad, es decir que ahora el número de diferentes especies de algas que producen estas biotoxinas es mayor.

Las ballenas francas de Península Valdés se ven expuestas regularmente a estas toxinas. Así lo demuestran estudios realizados en colaboración por investigadores de varias universidades y organizaciones del ámbito gubernamental y civil. Se han documentado evidencias de toxinas paralizantes y de ácido domoico (toxina amnésica) en tejidos de ballenas muertas recolectados por el Programa de Monitoreo Sanitario Ballena Franca Austral en Península Valdés entre 2004 y 2012. También han demostrado que las neurotoxinas como el ácido domóico producido por las floraciones algales y detectadas en muestras de ballenas colectadas entre 2013 y 2018 en los golfos de la península afectan la función adrenal, lo que tiene efectos negativos sobre el metabolismo de las ballenas.

Si bien las aguas de Península Valdés son una zona de cría y reproducción de ballenas francas, también utilizan esta zona para alimentarse, principalmente de copépodos, cuando comienza la primavera. Las primeras observaciones durante las necropsias concluyeron que los individuos se habían alimentado previo a su muerte.

Al no encontrarse signos de lesiones traumáticas por enmallamientos o colisiones, y teniendo en cuenta el buen estado corporal de los individuos, la hipótesis que continúa vigente y aún en análisis, es que al alimentarse del zooplancton ingirieron estas biotoxinas y murieron intoxicadas.

“Esta lamentable situación, con la muerte de ballenas adultas reproductoras, sanas y en buen estado, confirma que las ballenas son verdaderas centinelas de la salud del mar –concluye Sironi–. En este evento podemos decir que las ballenas alertaron sobre un problema inminente que estaba pasando desapercibido. En casos como éste, la rápida acción en respuesta a las muertes de fauna seguida de la veda de consumo de bivalvos son claves para evitar mayores impactos en la salud de las personas. Debemos tener un compromiso más activo y más responsable ante nuestra relación con el mar y con las especies que lo habitan. Las ballenas y nosotros merecemos un océano más sano y libre de amenazas”.

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