Las comunidades defensoras de la vida marchamos en Rosario
Desde hace décadas Argentina es elegida como zona de sacrificio, por los gestores y
diseñadores de las políticas económicas y sociales (los países del norte).
La Dictadura Cívico-Militar iniciada en 1976 y los sucesivos gobiernos nacionales (de todos
los colores políticos) las adoptaron como políticas de Estado.
El antecedente fue la llamada Campaña del Desierto, intentando (y no pudiendo) aniquilar a
las comunidades originarias. Objetivos y métodos similares: saquear, matar y empobrecer a
nuestro pueblo.
Los extractivismos (agronegocios, megaminería, hidrocarburos, forestales, litio), como
muchas otras actividades que atentan contra la salud de las personas y el cuidado del
ambiente (basura, antenas, cavas, represas, etc.) se fueron imponiendo provocando
irreparables daños.
Con el paso de los años se profundizaron y como consecuencia, devastación de la
naturaleza, deterioro de las tierras, expulsión de comunidades, pérdida de biodiversidad,
cambio climático, enfermedades, muertes.
En los últimos tiempos se sumaron las Megafactorías porcinas, el Trigo Transgénico, la
exploración petrolera offshore en el Mar Argentino. Paralelamente, la quema de millones
de hectáreas (bosques, montes, humedales).
Hay quienes festejan y pretenden seguir instalando la idea de que no hay alternativa
posible, y trabajan todo el tiempo para sostener un sistema de codicia y de poder,
disfrazándolo de “desarrollo y crecimiento”, construido sobre el despojo, el atropello, la
muerte y la negación de pueblos enteros.
Justifican semejante violación porque “el país necesita dólares”. Dólares para pagar una
deuda que el pueblo no contrajo, y que por lo tanto debería suspenderse su pago.
Se impuso la cultura del encubrimiento, la impotencia y el miedo, pretendiendo que
sigamos mirando al mundo desde los ojos y los intereses de los dueños de todo. Así fue en
el pasado. Así es ahora.
