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Amenazas y falcon verdes: la violencia en la Argentina libertaria

Las agresiones, tanto virtuales como en la calle, se multiplican en las últimas semanas, en un clima social exacerbado, con la vuelta de símbolos de la última dictadura. Relatos e historias en un contexto de crisis y aumento de los discursos de odio.

Horas antes del inicio del balotaje, las pedradas de madrugada alteraron a Rafael Klejzer, referente del Movimiento La Dignidad. El ataque contra su casa, en el barrio porteño de Balvanera, vino acompañado de un grito: “¡Ustedes o nosotros!”. Horas después de la elección, la periodista Cecilia González escuchó un grito desde las ventanas de departamentos vecinos en Barracas: “¡Corran zurdos de mierda!”.

El clima de violencia fue en aumento durante la campaña y pareció incrementarse en los últimos días, ya no sólo en el plano virtual sino con agresiones físicas concretas en la vía pública, contra grupos específicos: los ‘zurdos’, ese colectivo elegido por Javier Milei como blanco de muchos de sus discursos, las diversidades de género, feministas y trabajadores del sector público.

Es algo que tiene un antecedente extremo en el intento de asesinato de la vicepresidenta Cristina Fernández. Y lo advertían a este diario en diversas entrevistas quienes estudian el avance de las derechas.

“Lo preocupante en relación a toda la campaña del último año de La Libertad Avanza es la utilización de un conjunto de discursos y de prácticas que sí se vinculan con el fascismo –decía en agosto el sociólogo Daniel Feierstein– Además, aparece esta capacidad de irradiar micropolíticas del odio al buscar grupos de la población a los que se hace responsables del malestar general, que son grupos que se caracterizan por no tener mucho poder. Hablamos de quienes son beneficiarios de un plan social, están luchando por una mejora salarial o plantean una oposición política por izquierda”.

Para su colega Ezequiel Ipar, especialista en autoritarismos, el voto mayoritario a Milei es el que se refleja en “un programa radicalizado a la derecha en términos económicos, pero sobre todo culturales y de legitimación de la violencia”.

Un mes antes del balotaje, el investigador Gonzalo Fiore Viani planteaba que “en las redes se alcanza a ver una violencia incipiente que no sé si se quedará ahí o efectivamente va a trascender en una escala mayor las fronteras de internet, lo cuál sería mucho más peligroso. Creo que todavía estamos a tiempo de pararlo y bajar un cambio, pero si eso se sigue retroalimentando podemos ingresar en una fractura muy complicada de resolver”.

Un signo de estos tiempos es el retorno del Falcon Verde. Lo sufrió como amenaza Agustín Rombolá, el titular de la Juventud Radical de CABA (ver Recuadro). Lo mostró un comisario con orgullo, festejando el resultado electoral. Días atrás se realizó un recorrido por las huellas de la guerra civil española en Buenos Aires. Según contó Paula, una de las participantes, cuando estaban frente al Congreso apareció un Falcon verde. Los filmó y partió.

Patadas en el piso

El sábado 25 de noviembre coexistieron en La Rioja la 14° Marcha del Orgullo LGBTTIQ+ y la movilización por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Facundo Sayavedra, de 28 años, estuvo en la concentración. Cuando volvía a su casa, fue atacado a golpes por un grupo de hombres –entre ellos, un conocido de su familia– que gritaban “¡puto sucio!” y “matalo”.

“Toda mi vida fui muy liberal con todo el mundo. Siempre dije ‘soy gay’. Esta persona lo sabía. Paso normalmente y dice ‘eh, puto sucio’, todo el tiempo insultando. No le doy importancia y a los tres metros siento un golpe en la nuca. Sentí como si fuera con un casco. Caigo de rodillas. Cuando levanto la cara siento una patada y me empiezo a marear. Tengo una discapacidad de un oído y les pedía por favor que no me pegaran en el oído izquierdo”, relata a Tiempo. Por la virulencia del ataque, sufrió fractura de cráneo y quedó con dos coágulos.

A Facundo nunca antes le había pasado algo así. “Uno permanentemente lucha por los derechos. Cuando te hacés más visible, últimamente sos más odiado por la gente que está en contra de todo. La sociedad está súper alterada. Está todo desbordado y ya no saben con quién agarrársela”, lamenta.

Pocos días antes, en un colectivo de la línea 561 que recorría la zona sur del Gran Buenos Aires, una docente lesbiana fue víctima de otro brutal ataque a golpes. Le pegó una mujer, sin que el resto de los pasajeros interviniera ni el chofer detuviera su marcha.

“Maestra hija de puta, las putas tortilleras como vos me tienen harta”, le gritaba a la docente, que llevaba guardapolvo y colitas con los colores del orgullo gay y pines en defensa de la educación pública.

“No me pegó a mí, le pegó a todo lo que yo representaba en ese momento: la escuela pública, la diversidad. Eso la enojó. Lo pude ver en su mirada y lo escuché de su boca”, contó la maestra agredida.

Carla es una comerciante que repudió en redes la agresión: “Ahora es moneda corriente. Mi hija es gay y va de la mano con la novia y le gritan ‘¡lesbiana!’. Ni hablar de la gente que me dice ‘pobre, te salió lesbiana’. Antes se callaban la boca. Ahora te lo dicen en la cara”.

El mismo día de la golpiza a la maestra trascendió una situación que conmocionó a la comunidad educativa de la escuela secundaria San Juan Evangelista, en La Boca. Un grupo de alumnos planeaba en sus chats cómo “violar” y “descuartizar” a algunas de sus compañeras. “Por feminazis”, argumentaban los adolescentes.

“Lamentablemente, vemos con enorme preocupación el recrudecimiento de los discursos que incitan al odio y que se plasman no solo en entornos digitales sino también en espacios como la calle”, afirmó Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina. La organización mantuvo encuentros “con algunas personas que han sufrido este tipo de ataques». Por ejemplo, Manu Mireles, reconocida defensora de Derechos Humanos, activista migrante y no binaria, que denunció «haber sufrido agresiones físicas motivadas por su identidad de género”.

Piedras y metralletas

“Los piedrazos que recibí en mi casa fueron en la madrugada del domingo de elecciones. Al grito de ‘¡somos ustedes o nosotros!’. Implica una clara intencionalidad política y tiene que ver con una situación de crecimiento de la violencia en términos políticos, de un sector que expresa un odio de clase. Hay un fomento del odio y saben que sólo con represión van a poder aplicar sus políticas de ajuste”, analizó el referente social Rafael Klejzer tras el ataque a su vivienda.

Algunos domingos antes, tras las elecciones generales, no fueron piedras sino latas de cerveza y de atún las que llovieron sobre el patio del centro cultural del bar justicialista Tiempos Modernos, en Vicente López. Además de la basura, hubo huevazos. Y algunos cayeron sobre una nena de cuatro años y un nene de seis, nietos de un referente del lugar.

De allí mismo salió Julieta F., con su nene y su nena tras el balotaje, cuando un hombre con dos adolescentes se les acercó y les dirigió un gesto de ametralladora con las manos. “Ahora se viene metralleta para todos”, disparó el hombre  señalando al lugar.

En ámbitos educativos y sanitarios públicos, contra los que LLA despotrica y promete liquidar, se replica y multiplica ese mensaje contra los “zurdos de mierda”. Pasó días antes de las elecciones en las paredes de la Universidad Nacional de Cuyo (en Mendoza), y días después en las del Hospital Durand (en CABA). “Chau parásitos, progres y feminazis”, decían los primeros grafitis. En el hospital porteño el mensaje –acompañado por una esvástica- fue: “Se viene el Falcon verde, van a correr zurdos de mierda”. Alguien los escribió en la entrada del local de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE), allí donde trabajadores y trabajadoras se reúnen en defensa de sus derechos.

El Presidente Electo lleva años refiriéndose a esta parte de la sociedad como “zurdos de mierda”. En junio de 2021, en una entrevista con Viviana Canosa, lo planteaba así: “Estamos siendo tan mejores que ellos, los estamos aplastando en la batalla cultural y los estamos pasando de arriba. No solo les ganamos en lo productivo, sino que además somos superiores moralmente y estéticamente. Somos mejores en todo y les duele”. En otros de sus discursos, les deseó: “tiemblen”.

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