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No es solo odio, es un combo de situaciones que disparan la violencia.

Es un buen momento para que en esta coyuntura, se empiece a generar concientización de clase, valoración de la empatía al otro, sin ninguna duda se necesita autocritica.

Por Daniel Baldomir

La reacción negativa hacia las políticas populares y nacionales no es un cuento nuevo.

Poner al pueblo en juzgar quien es el bueno o el malo solo con ver quien utiliza un vocabulario que trata de interpelar a la sociedad su capacidad de entender que este es un mundo compuesto por muchos mundos no es cosa fácil.

Confundir, adoctrinar, aplicando la no conciencia de clase es una herramienta más que peligrosa.

Quizás hoy se necesita más que nunca sacarnos la careta, desnudar nuestro racismo, nuestro ser violento, la poca capacidad de no solo entender al otro sino de aceptarlo.

Ha llegado el momento de debatir este sistema, un sistema perverso, que nos hace creer que el  laburante es el que trabaja como cordero agachando la cabeza para comer el pasto que le da con su mano el opresor, y el que labura fuera del formalismo lo hace porque quiere vivir cobijado en un plan.

Un sistema que te valora según tu capital económico, un sistema que te abraza según tu color de piel, tu etnia y yendo a lo más banal, a tu forma de vestir.

Un sistema que te formatea haciéndote creer que el pobre es el otro mientras tu salario apenas sobrepasa la mínima.

La bala no salió, algunos pensaran que fue un milagro, otros pensaremos que un pobre tipo que fue atravesado por años de discurso de odio no tuvo ni siquiera la inteligencia de manipular un arma.

Esta vez no se dio lo del tan remanido dicho, de que las armas las carga el diablo y la dispara un idiota

Venerar  la grieta, saber quién está del otro lado simplifica las cosas, los del lado que están inyectados de odio maldicen la bala que no salió, los que estamos de este, sonreímos, nos miramos cómplices y felices porque él universo a este país le está dando otra oportunidad.

 

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